
SENTENCIA DE AMOR
(VIDA DE UN PERRO CALLEJERO)
Autor: Lic. Eduardo Alva Nava
Me encuentro abandonado en las calles tan peligrosas para mí. Hoy en la mañana, un automóvil me atropelló fracturándome una pata. El hombre que lo manejaba pudo evitarlo, tal vez iba preocupado por sus problemas o tal vez no le da importancia a seres indefensos como yo.
Llevo tres meses con una enfermedad en mi piel, me causa un escozor doloroso.
Estoy sangrando. Tengo hambre y sed. Desde que me contagié, no he podido dormir ni descansar. Estoy desamparado. No puedo hablar. El daño que me hizo el automovilista me causa un dolor que aunque no lo demuestro, es insoportable y se suma al de mi piel enferma.
Donde estará mi madre. Cuando era pequeño estuve bajo su cuidado. La extraño. Pobre de ella y de mis hermanitos. ¡Protégelos Señor, llevo su sangre¡
Me alegra ver a perritos dentro de las casas y a otros con sus amos. Nunca me acariciaron, ni recibí una palabra de encomio. No tengo nombre. Quisiera tener un dueño al que pueda entregarle mi fidelidad y darle muestras de amor, pero les soy indiferente.
No tengo culpa alguna. No he sentido maldad, ni odio, ni crueldad, ni mal agradecimiento; sé que estos sentimientos existen porque los he reconocido en los hombres. No lo entiendo, si compartimos el mismo mundo.
Los he visto en ellos y lo he padecido aún sin motivo alguno.
En las noches desfallecido, hago un alto para descansar. La paso a la intemperie. De día, el sol me agobia y de noche el frío me azota.
En las calles veo a otros perros en mi misma situación. ¡ Pobrecitos ¡ No puedo ayudarlos aunque quisiera.
No tengo medios ni para ayudarme a mi mismo, aunque de poder hacerlo, los ayudaría antes que a mí.
Alguna vez me detuve a descansar en el atrio de una iglesia y escuché que los hombres hablaban de un Dios.
Me pregunté si también era mi Dios y como ellos, pedí su ayuda, pero no fui escuchado.
Ahora me encuentro recorriendo el centro de la ciudad y me percato que existen oficinas donde nos deben atender, sin embargo, nadie hace algo por mí. Me entero que hay autoridades que nos tutelan y que los animales tenemos derechos.
No ha cesado el dolor de mi piel enferma, ni de mi pata quebrada. No tengo qué comer. Encontré un charco con agua sucia, pero es tanta mi sed que voy a beber.
Tengo mucho miedo, hambre y sed. Ya no puedo vivir.
Llevo horas deambulando. Veo una camioneta donde llevan a varios perros como yo. La voy a seguir. Está entrando a un lugar donde hay otros animalitos, al fondo los están matando con algo que los hombres conocen como electricidad. ¡ Los perritos gritan de terror y dolor, muriendo quemados ¡
Veo que quedaron como dormidos, ¡ yo quiero estar dormido como ellos, he descubierto la muerte ¡.
Me acercaré a ese hombre para mostrarle mis dolencias. No me hace caso, solo me vé y ahora toma un lazo, dirigiéndose hacía mi. Si en verdad los hombres creen en un Dios, le suplico a ese Dios que tenga piedad de mí. Le pido que me permita hablar. En este momento, el hombre me ata una soga a mi cuello llagado como todo mi cuerpo. Empiezo a sangrar más y me produce un dolor mayor.
No pude reprimir un grito. De repente, descubro que mis pensamientos tienen sonido. ¡ Me puedo oír ¡ Intento decirle: Tengo hambre y desfallezco de dolor.
¡ Hombre ¡ Vé mis heridas y mis enfermedades. Sé que hay leyes y autoridades que deben protegerme ¿ por que no lo hacen ?
El hombre permanece en un silencio culpable.
Continúe. Si no cumpliste la ley que me protege, te ruego, ve mi estado de sufrimiento. Cumple la ley y sacrifícame humanitariamente.
El hombre sorprendido, me contestó ¡ No puede ser que tú hables ¡ ¡ Pero es cierto lo que dices ¡ No. No te voy a ayudar.
Volví intentar hablar y logré decirle. Si desobedeciendo la ley hasta ahora no me has ayudado, hazlo por humanidad. Como lo dicen ustedes los hombres, ten clemencia de mí. Pero si tampoco te fue dado conocerla, libérame de mis dolencias, no me electrocutes y duérmeme; cuando escuches mi último suspiro y te des cuenta que he descansado, te habrá sido otorgado conocerla.
Bendita muerte¡. Puedo sentir cómo me desprendo de mi cuerpo. Morí, además de mis padecimientos, con el corazón destrozado. Puedo ver mis restos en un basurero. Fueron a tirarlo las autoridades de los hombres.
He sido liberado y soy recibido por el Señor, quien me regala palabras de amor y consuelo. Llama por sus nombres a mi madre y a mis hermanitos, quienes felices se acercan a mí.
Mirándome el Señor, con su misericordia, me pregunta cuál es mi juicio después de estar abandonado hasta por El. Empiezo a mover la cola y estando a sus pies, le contesto: No me corresponde a mí juzgar. No he hecho mal a nadie. No tengo culpa alguna ni de que arrepentirme, sin embargo, perdono a los hombres que me lastimaron y ofendieron.
El Señor interrumpe su silencio, y manteniendo su mirada en mí, sentencia:
¡Yo ¡ Siendo Dios Omnipotente, ordené al Universo la Creación y fué imperfecta ¡
¡ Conociste las inclinaciones de los hombres sin hallar algo de mí y descubriste qué no es mi Reino ¡
¡ Tú, bella creatura mía, por haber perdonado y aunque no haya algo qué perdonarte, Eres perdonado y te recibo en mis brazos ¡ ¡ Bendito hijo mío ¡
¡ Mi Reino es éste y has conocido mi gloria ¡
¡ Recibe de Mí las caricias y el amor que en el mundo te negaron ¡ ¡ También te concedo tener nombre ¡ Tú, creatura que, como tus semejantes, eres inocente, te llamaré así: ¡ Inocente ¡ Al cuál agregaré la palabra ¡Amor¡
Llorando, protegido en los brazos del Señor, sólo pude exclamar: ¡ Bendito eres Padre Mío¡